domingo, 11 de noviembre de 2007

EXPLICACIONES DE LARREY


A lo mejor esperáis que mediante este texto vaya a pedir perdón. Pero es más bien todo lo contario. Ni tan siquiera busco que me entendáis, os pido (casi os exijo) que respetéis mi decisión. Puede parecer irreflexiva, tal vez, pero no lo es tanto. Tengo una edad en la que día a día he de callarme muchas cosas. Es lo que toca. Nos toca a todos, y muchas veces nos gustaría levantar la voz y decir, eh, aquí estoy, deja de tocarme las pelotas. Eso es lo que ocurrió en el partido. Para bien o para mal el árbitro acabó con mi paciencia. Su actitud inquisitorial, humillante y soberbia es intolerable, se mire por donde se mire. Tal vez penséis que es más práctico callarse y dejar que este tipejo sea el que decida sobre nuestro destino y nuestra seguridad una hora a la semana. Yo, por mi parte, he decidido no tolerarlo. Si el precio que he de pagar es no jugar cuando arbitre él, estaría dispuesto, ese sería el precio que estoy dispuesto a pagar por el bien común del equipo. Ahora, si juego no toleraré una falta de respeto por su parte. Ni una. Si eso supone que volverá a expulsarme es un riesgo que tendré que asumir y vosotros tendréis que decidir si el equipo debe o no hacerlo. En este caso estoy por su puesto a disposición del bien común. Es lo que hay, este tipo y yo tenemos una guerra abierta y esta ha sido la primera batalla. Suena peliculero, pero los que me conocen saben que tampoco hablo por hablar. Haré lo que esté en mi mano porque en el colegio sepan que tipo de árbitro es. Esa es la parte que toca, la de jugar, mientras esté sancionado, será cosa vuestra; visto lo visto en el campo no será una ausencia tan difícil de cubrir.

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